top of page

¿A quién debes escuchar?


Imagina esta escena: estás en plena crisis existencial, enojado, quejándote por lo que una persona importante te ha hecho. Decides llamar a un amigo, le cuentas lo que te hizo esta persona y te suelta un clásico: “¡No puedo creer que te haya hecho eso!”. “¡No debería hacerlo!”. “Mereces algo mejor que eso, que hijo de mala madre”.

Suena lindo, ¿verdad? Es como un abrazo para el alma. Porque, seamos sinceros, a todos nos encanta que nos consuelen. Nos gusta sentirnos entendidos, abrazados emocionalmente, que nos digan que todo está bien aunque sepamos que no lo está. Nos gusta sentir que están de nuestro lado.

Pero ¿realmente avanzamos escuchando solo a los que nos miman? La verdad que no

Ahora imagina otra versión: llamas a ese otro amigo, el que no tiene filtros, y te dice: “¿Entiendo por lo que estás pasando, ahora ¿Cuál es el desafío que estás enfrentando? ¿Cómo respondiste? ¿Funcionó esa respuesta? ¿Hay algo que puedes hacer ahora?

Ese segundo amigo no está ahí para que te sientas mejor; está ahí para que seas mejor. Y esa es la diferencia clave.

Puede que te incomode al principio, pero en el fondo sabes que tiene razón. Te hace preguntas que te obligan a pensar. No te da las respuestas, te empuja a encontrarlas por ti mismo. Te saca de tu zona de confort. Te impulsa a intentar cosas nuevas, a tomar riesgos que quizá estabas evitando. Está ahí a largo plazo. No desaparece cuando te caes; se queda para ayudarte a levantarte, aunque te cueste escuchar lo que tiene que decir.

Lo que nos desafía nos transforma. Cuando todo fluye sin problemas, no hay mucho que aprender. Es en las piedras del camino donde descubrimos de qué estamos hechos. Y las personas que nos retan, las que nos obligan a salir de nuestra zona de confort, son las que realmente nos empujan hacia adelante.

Esas personas suelen ser las menos populares en el momento. Nadie quiere escuchar preguntas o consejos que nos sacan de nuestro plan cómodo. Pero, con el tiempo, miras hacia atrás y te das cuenta de que esas palabras que incomodaron fueron las que más te ayudaron.

¿Recuerdas esas veces en las que alguien te dijo algo que te dolió, pero que terminó siendo un punto de inflexión en tu vida? Tal vez fue un jefe que te empujó a dar más de lo que creías posible, un amigo que te señaló un error que no querías ver, o incluso una crítica que al principio te pareció injusta, pero que te hizo replantear todo.

Esos momentos no son fáciles, pero son los que te forman. Porque, al final del día, lo que realmente vale la pena nunca es fácil. Si quieres una vida plena, una vida en la que te sientas orgulloso de lo que has logrado, necesitas abrazar los desafíos y aprender a escuchar a quienes te retan.

Aceptar el desafío implica bajar las defensas, admitir que no sabes todo y que hay espacio para mejorar. ¿Es incómodo? Claro que sí. ¿Es necesario? Definitivamente.

El primer paso para aceptar el desafío es dejar de defenderte de todo. Es fácil ponerse a la defensiva cuando alguien señala tus errores o te reta a hacerlo mejor. Pero ¿y si, en lugar de justificarte, simplemente escuchas? A veces, la crítica que más nos molesta es la que más necesitamos.

Eso no significa que debas aceptar todo lo que te dicen. Hay que filtrar, claro. Pero si algo resuena, si te mueve por dentro, probablemente valga la pena explorarlo.

Ojo, no se trata de decir que el consuelo es malo. Todos necesitamos un abrazo, un “todo estará bien” de vez en cuando. Pero si te quedas solo en eso, corres el riesgo de estancarte. El desafío, por otro lado, te obliga a moverte, a crecer, a convertirte en una mejor versión de ti mismo. La vida no se trata de estar cómodo, sino de avanzar

Recuerda: el consuelo puede ser agradable, pero el desafío te hace invencible.

Entonces: “No escuches al que te consuela. Escucha al que te desafía”

 
 
 

Commentaires


bottom of page