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Foto del escritorGustavo Picolla

Cuando el líder es el tumor




Voy a utilizar un ejemplo cotidiano para facilitar la comprensión del tema.

Una mañana cualquiera mi esposa y yo discutíamos acerca de un incumplimiento mío ante un pedido de ella. Yo tenía que hacer algo que ella me pidió y no lo hice porque estuve concentrado en un trabajo que estaba haciendo. Esta situación a ella la entristecía porque yo no había cumplido con algo importante para ella y yo estaba apenado porque ella estaba triste por ello.

Luego de un rato de discusión cada uno se fue a distintos lugares de la casa. No obstante, en mi cabeza seguía dando vuelta la discusión, la situación horrible que existía entre ambos y no lograba concentrarme en lo que tenía que hacer.

Cansado de esta situación, me dirigí a ella y le dije: “Lo siento mucho” y le di un beso. El beso más frio y breve que podría haberle dado. Era todo lo que cada uno podía dar en ese momento.

Al alejarme, me dice: “no lo sientes, lo haces sin sentirlo”

Me fui refunfuñando acerca de como podía ser que mi esposa no aceptará una disculpa y lo poco razonable de su respuesta.

Al rato, analizando la situación, me di cuenta de lo que realmente sentía. Ella tenía razón, no me sentía apenado y por eso pedía disculpas. Me sentía erróneo, enojado, despreciado y no podía disimularlo con un beso para disculparme. Entonces, ¿porqué debería aceptar mi esposa una disculpa cuando no había nada que aceptar?

Mi acción mostraba disculpas pero mi voz, mi postura, mi interés en sus necesidades mostraban lo que realmente sentía y era a eso lo que ella respondía.

La clave en esta historia es que las personas podemos sentir como sienten los otros hacia nosotros. Con el transcurso del tiempo podemos saber cuánto le importamos sinceramente o cuando somos manipulados. Siempre podemos detectar la hipocresía, pueden mostrarnos amabilidad pero cuando detectamos el sentimiento verdadero nos resentimos y no importa que se preocupe por nuestra familia, que nos muestre empatía o use cualquier habilidad para ser efectivo.


Lo que sabemos es cómo una persona nos presta atención cuando hace las cosas y en función de eso respondemos.

Llevemos el caso al mundo empresarial.

Tomemos como ejemplo el gran problema que sufren las empresas del mundo: la falta de compromiso de los empleados. Según el último informe de Gallup, el 21% de los empleados están comprometidos en su trabajo, eso quiere decir que al 79% le da lo mismo lo que pase con la empresa donde trabaja.

¿Qué hacen los líderes empresariales para palear este problema? 

Intentan incrementar el compromiso a través de todo tipo de programas. Estos programas se evalúan por la cantidad de empleados que pasan por los mismos en lugar de evaluar si los líderes tienen las actitudes y habilidades para mejorar el problema.

Transcurrido el tiempo las personas detectan que estos programas fueron superficiales, falsos y que solo buscaban manipularles los sentimientos para obtener mas de ellas.

Imagine lo que puede suceder si los empleados se dan cuenta que los cambios que se implementan están motivados para mejorar la posición de la empresa en encuestas de ciertas organizaciones, como  Gallup por ejemplo. 

Cuando los comportamientos no coinciden con lo que realmente sienten los lideres, los empleados sentirán esa manipulación. La lógica reacción de estos es el enojo y el sentirse activamente desvinculados.


Cuando el líder es el tumor, los empleados se sienten activamente desvinculados y es imposible que se comprometan con la empresa.

El líder está pensando mas en su propio interés que en el interés de la empresa y su perduración en el juego. Por lo tanto, la empresa está en peligro aunque hoy no parezca ser el caso.

¿El antídoto? 

Desarrollar líderes conscientes que lideren para dejar un legado. Y los legados no tienen que ver con dinero, tienen que ver con cómo hicieron sentir a las personas que lideran.


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