top of page

Desde ahí, todo cambia

Uno de los cuatro dones humanos que Stephen Covey cita en "Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva" es la autoconciencia. Su primer hábito, "Ser proactivo", se basa en la idea de que podemos elegir nuestras respuestas a cualquier situación, y eso solo es posible si desarrollamos autoconciencia. Para Covey, la autoconciencia es la raíz de la libertad personal y la efectividad verdadera.

La filosofía ha visto en la autoconciencia una vía hacia la libertad. Sócrates lo convirtió en un lema de vida: "Conócete a ti mismo", mientras que los estoicos, como Epicteto o Marco Aurelio, creían que conocerse es dominar lo que depende de uno. Así, la filosofía nos recuerda que conocerse no es una moda ni un lujo: es una necesidad para vivir de manera consciente y con propósito.


Pero, ¿qué es la autoconciencia?

Es la habilidad de observarnos con honestidad. Reconocer nuestras emociones, identificar nuestras fortalezas, saber qué nos genera miedo, y descubrir qué valores son realmente importantes en nuestra vida. Conocerse no es encerrarse en uno mismo, sino más bien abrir una puerta hacia una vida más auténtica, más coherente y libre.

Y es de vital importancia porque cuando sabés quién sos, sabés qué necesitás. Y eso cambia todo: tus decisiones están más alineadas con lo que de verdad querés. Entendes tus procesos porque te tratás con más compasión. Te comunicas genuinamente y sanas tus relaciones. Vivís con más propósito, porque tus acciones tienen sentido para vos. Cuando te conoces tu vida se ordena.


¿Por dónde empezar?

Muchas veces, la autoconciencia nace en los momentos de soledad voluntaria. Esos momentos donde elegimos estar a solas, sin distracciones, creando un espacio sagrado

para escucharnos. Bajamos el ruido externo, nos animamos a mirar lo que normalmente evitamos, descubrimos necesidades, deseos o heridas que estaban escondidas.

Sin embargo, no todos buscan la soledad. ¿Por qué? Porque estar con uno mismo puede incomodar. A veces evitamos el silencio porque tememos lo que podríamos encontrar. Pero si logramos atravesar esa incomodidad, la soledad se convierte en un acto de valentía y autocompasión.

No hace falta irse al Himalaya para empezar a conocerse. Con desarrollar algunas prácticas puedes lograrlo:


  1. Escribí un diario personal. No todos los días, pero sí con sinceridad. ¿Qué sentiste hoy? ¿Qué te hizo bien o te molestó?

  2. Hacete preguntas incómodas. Por ejemplo: ¿Qué parte de mí evito mirar? ¿Qué decisiones tomé por miedo y no por deseo?

  3. Escuchá cómo te ven los demás. A veces, lo que otros notan de nosotros puede ser una fuente de revelación, si lo tomamos con apertura y agradecimiento.

  4. Probá meditar o mindfulness. Aunque sea 5 minutos por día. No para dejar la mente en blanco, sino para observar lo que hay dentro tuyo sin juzgar.


Cuando no nos conocemos, vivimos reaccionando: a los demás, a los problemas, a lo que se espera de nosotros. Pero cuando desarrollamos autoconciencia, respondemos desde el centro. Y ese centro es nuestra verdad.

La práctica de la autoconciencia es el primer eslabón de la cadena si quieres desarrollar tú liderazgo. Porque solo desde esta práctica puedes conocer cuáles son las cosas que debes mejorar, modificar para lograrlo.

Te invito a hacer algo simple esta semana: escribí una página sobre vos. No para mostrarle a nadie. Solo para vos. ¿Qué te gusta, qué te molesta, qué deseás? Hacelo sin filtro. Es el primer paso para empezar a descubrirte.

La autoconciencia no es un destino, es un camino. No se trata de tener todas las respuestas, sino de estar dispuesto a mirar hacia adentro con honestidad y curiosidad. Conocerte es el mayor acto de amor propio que podés hacer. Y desde ahí, todo cambia.

 

 

 

 
 
 

Comments


bottom of page