No son los recursos, es tu estado de ánimo
- Gustavo Picolla
- 15 mar
- 3 Min. de lectura

Estoy leyendo el libro Del caos al crecimiento escrito por Marcelo Vázquez Ávila, un libro muy interesante de leer. Uno de sus capítulos me puso a reflexionar bastante. El título de este era: “No hay personas sin recursos, sólo hay estados de ánimo en los que nos encontramos sin recursos”
Me pregunto y te pregunto: ¿Te pasó alguna vez que enfrentaste un problema y lo único que pensaste es: "No tengo, o no sé, cómo resolver esto"? A mí me ha pasado algunas veces. Es un pensamiento abrumador, casi paralizante, y parece que todos los caminos están bloqueados. Ahora pensando en el título del capítulo del libro: ¿es que no tenemos recursos o es que a veces nuestro estado de ánimo nos hace creer que no los tenemos?
Volviendo al problema que identificamos antes, si nos encontrábamos diciendo no tenemos o no sabemos posiblemente nuestro día no haya sido muy simple de llevar, esos días donde todo parece que va a salir mal. Teníamos un problema y no le encontramos la salida.
Cuando estamos enfocados en lo que no podemos o no sabemos hacer nuestra mente se cierra completamente y somos incapaces de ver los recursos con los que podemos contar. ¿Te suena familiar? Es como estar en una habitación llena de puertas, pero con las luces apagadas.
Cuando hablo de "recursos", no me refiero solo al dinero, a contactos importantes o a habilidades técnicas. Los recursos también pueden ser tu capacidad para aprender, tu creatividad, tu habilidad para pedir ayuda o incluso tu resiliencia.
Ahora piensa en un día en el que todo parece fácil, esos días que todo te sale ¿estabas lleno de energía y optimismo? Seguramente sí. ¿Cómo cambia la percepción, verdad? Es el mismo mundo, los mismos recursos, pero con un estado de ánimo completamente distinto.
Entonces, no es que no existan salidas, es que las creencias que tenemos sobre nosotros mismos y el mundo son determinantes de nuestras emociones y por ende de nuestros estados de ánimo.
Y desde esos estados tomamos decisiones que terminan definiendo nuestro destino. Por ende, también podemos concluir que son las decisiones y no las condiciones las que definieron quienes somos hoy. Reflexiona: ¿en qué estados de ánimo has estado transitando la vida?
Muchas personas se esfuerzan cada día intentando transformar sus vidas, buscando mejorar, pero sin tener claridad sobre cómo hacerlo o qué aspectos necesitan realmente cambiar para dar sentido a su existencia. Se encuentran atrapadas en situaciones de estancamiento, por más esfuerzo que inviertan en salir adelante. Así, prueban una y otra estrategia pero frecuentemente los resultados no son los esperados. Ante esto, recurren a las justificaciones, culpando a otros por lo que les ha sucedido y construyen un conjunto de responsables de su atascamiento, de no tener rentabilidad, de quedarse en el camino, etc. Lamentablemente se parecen a las expresiones que leo en gran cantidad de grupos en los que participo.
Las palabras que empleas para describir tu situación, sumado a tus creencias, determinan las emociones por las que transitas. Reflexiona: ¿qué emociones estás transitando?
Llegado a este punto es inevitable la siguiente pregunta: ¿cómo lograr cambiar mis emociones?
Hay algo que es universal, no siempre puedes cambiar las circunstancias, pero sí puedes trabajar en cómo te enfrentas a ellas. Aquí hay algunas cosas que me han ayudado:
Detente y respira: revisa tu postura corporal, gestos, movimientos. Empodérate a través del cuerpo. Respira conscientemente, la respiración es una gran herramienta para cambiar nuestro estado de ánimo. La mejor herramienta de todas es la meditación. Ponte de pie con la espalda recta, respirar profundamente o realiza algún ejercicio
Cambia tu entorno: Da un paseo, escucha música, o simplemente sal de la habitación donde estás. Un cambio físico cambia aquello a lo que diriges tú atención.
Piensa lo contrario a lo que estás pensando: no hay forma de pensar dos cosas al mismo tiempo. Si estas pensando negativamente, piensa positivamente.
Enfócate en soluciones, no en problemas: en lugar de preguntarte ¿por qué me pasa esto? Pregúntate: ¿Qué puedo hacer con esto?
Habla con alguien que te inspire: no busques al que te consuela, busca al que te desafía.
En resumen: la próxima vez que te sientas atrapado, pregúntate: ¿realmente no tengo los recursos, o estoy en un estado de ánimo que me impide verlos? Puede que la respuesta te sorprenda. Porque al final, no se trata de ser la persona más preparada o con más suerte. Se trata de aprender a encender las luces cuando parece que todo está oscuro. Y, créeme, siempre hay un interruptor cerca, aunque a veces tome tiempo encontrarlo.
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