En las empresas escuchamos hablar del equipo de ventas, el de producción, el de logística, el de dirección, etc. Muchas veces se los llama así porque son un equipo de verdad o, la mayoría de las veces, se lo hace por costumbre. Es que no es lo mismo un grupo que un equipo.
Analicemos desde lo conceptual.
Un grupo de trabajo es un subsistema especializado dentro de una organización. Las personas que lo componen lo diseñan con un funcionamiento fijo para proyectar y realizar el mismo tipo de tareas.
Los hay formales que son los definidos por la estructura de la organización, con asignaciones determinadas de trabajo que fijan tareas, donde el comportamiento de los individuos está estipulado y dirigido hacia las metas de la organización. También encontramos los grupos informales que son alianzas que no tienen una estructura formal ni están definidos por la organización. Estos grupos son formaciones naturales del entorno laboral que surgen en respuesta a la necesidad de contacto social.[1]
Un equipo de trabajo es un conjunto de personas, aunados por un propósito, con diversas ideas, habilidades e igualdad de valores que trabajan en conjunto para alcanzar la misión de la organización. Un buen equipo sabe de dónde sale, a dónde va y cuál es la forma de llegar, esto incluye varias contingencias posibles que se negocian de forma preestablecida.
En función de las definiciones descriptas podemos inferir que los grupos formales son la base para la formación de un equipo de trabajo.
La pregunta debería ser, ¿Cuáles son los pasos a seguir para formar un equipo?
Para la formación de un equipo de trabajo, como el definido, entendemos que se deben seguir cuatro etapas:
Etapa 1: Grupo Inmaduro
En esta etapa los integrantes del grupo se preocupan por su seguridad personal y por no ser rechazados por el grupo. Esperan que el líder los aliente, les dé indicaciones claras y solo se limitan a ejecutarlas sin atreverse a cuestionarlas, aun cuando las metas no estén claras. Hay poco involucramiento, se ocultan errores y debilidades.
Etapa 2: Grupo que experimenta
Con una adecuada gestión por parte del líder, en esta etapa se empieza a manifestar un incremento en el nivel de participación, producto de un mayor sentido de seguridad al permitir que existan desacuerdos. Los miembros pueden cuestionar al líder e incluso se le pide que clarifique las metas Sin embrago, este incremento de confianza no se da en todos, por lo que comienzan a aparecer grupos de afinidad dentro del equipo, que posiblemente sea el inicio de la cohesión de este en el futuro. Surgen conflictos de valores y es aquí donde la responsabilidad del director aparece fuertemente para subordinar esas relaciones interpersonales a los valores y conductas admisibles en el equipo. Esa es la clave para que exista respeto y confianza entre todos, aunque no todos sean afines. El respeto y la confianza no deben ser violados bajo ninguna circunstancia y la asertividad es la herramienta para trabajar los conflictos en el seno del equipo.
Etapa 3: Grupo consolidado
Si el líder sostiene con firmeza la asertividad como la base del respeto y la confianza, la gente percibe qué es mejor para todos. Es en esta etapa donde se produce la madurez necesaria para que el equipo autorregule sus conductas. Aumenta la confianza, se aceptan los roles y responsabilidades. El líder comienza a otorgar una mayor autonomía basada en la confianza que tiene de sus integrantes. Se incrementa el entusiasmo, la cooperación reemplaza a la competencia y por ende los conflictos son manejados de mejor manera. Aumenta el nivel de claridad de las metas y se forman consenso.
Etapa 4: Equipo Maduro
A partir de esta etapa, la productividad del equipo se eleva significativamente y comienza a desplegarse el potencial del equipo. Esta es la base del alto rendimiento. Los miembros aceptan fortalezas y debilidades individuales. Tienen sus roles bien claros y se sienten bien con ellos. El equipo resuelve efectivamente los conflictos. Cada uno conoce perfectamente la misión a lograr, así como las tareas que debe realizar para alcanzarla. Aumenta el compromiso y el entusiasmo de los integrantes. Existe rendición de cuentas entre los miembros y el liderazgo se comparte acorde al rol de cada integrante.
Este proceso evolutivo no se da naturalmente, sino que requiere indefectiblemente que el líder identifique la etapa en la que se encuentra y atender las necesidades que se deben satisfacer para que el proceso evolucione satisfactoriamente. Sin un líder consciente habrá mas grupo que equipo.
Reflexión:
¿En que etapa de la evolución está tu equipo?
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[1] Robbins, Stephen P.. “Comportamiento Organizacional”. Editorial Pearson. México 2004
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