Verduria o sequía, solo hay una que da frutos
- Gustavo Picolla
- hace 6 días
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Había una vez, en un lejano reino, dos aldeas separadas por un río caudaloso. A un lado, la aldea de Verduria, una tierra fértil donde los campos florecían con una abundancia de frutos y cereales. Al otro lado, la aldea de Sequía, donde la tierra árida y las cosechas escasas hacían de la supervivencia una lucha constante.
Los habitantes de Verduria vivían con una mentalidad de abundancia. Compartían sus cosechas, ayudaban a sus vecinos y creían que la prosperidad crecía cuando se distribuía. Sus festivales eran alegres, y sus corazones, generosos. Siempre sembraban más de lo que necesitaban, convencidos de que la naturaleza devolvería con creces lo que ofrecían.
En Sequía, en cambio, imperaba la mentalidad de escasez. Cada grano de trigo se contaba con recelo, y cada gota de agua se vigilaba con desconfianza. Los aldeanos vivían con miedo a perder lo poco que tenían y desconfiaban de sus propios vecinos. Si alguien cosechaba más de lo esperado, lo escondía en su sótano, temeroso de que se lo arrebataran.
Un día, un sabio viajero llegó a ambas aldeas. Observó sus diferencias y decidió proponer un experimento. Convocó a los líderes de Verduria y Sequía y les ofreció un saco de semillas doradas.
—Estas semillas tienen un poder especial —dijo el viajero—. Si las siembran y comparten su cosecha, la tierra responderá con mayor fertilidad. Pero si las guardan solo para ustedes, la tierra se volverá estéril.
Los líderes de Verduria, fieles a su mentalidad de abundancia, sembraron las semillas y distribuyeron sus frutos a toda la aldea. Cuando llegó la cosecha, se dieron cuenta de que no solo habían crecido más frutos de lo esperado, sino que el suelo se había vuelto aún más fértil. Los aldeanos se regocijaron y decidieron compartir algunas semillas con sus vecinos de Sequía.
Sin embargo, en Sequía, la historia fue diferente. Temerosos de perder el poder de las semillas, los aldeanos decidieron esconderlas en cofres y no compartirlas con nadie. Esperaban que con el tiempo su valor aumentara. Pero cuando abrieron los cofres meses después, encontraron que las semillas se habían podrido. Nada había crecido en sus tierras.
Desesperados, los aldeanos cruzaron el río para ver qué había ocurrido en Verduria. Al observar la prosperidad de sus vecinos, algunos comprendieron su error y pidieron aprender de ellos. Los habitantes de Verduria los recibieron con los brazos abiertos, enseñándoles a compartir, a confiar y a sembrar sin miedo.
Con el tiempo, la aldea de Sequía se transformó. A medida que los aldeanos adoptaban una mentalidad de abundancia, la tierra también parecía responder. Aprendieron que la verdadera riqueza no estaba en lo que se guardaba, sino en lo que se compartía y multiplicaba.
Así, ambas aldeas florecieron juntas, recordando siempre la lección del viajero: la abundancia no es una cuestión de recursos, sino de mentalidad.
En la vida, como en el cuento, sucede lo mismo. De acuerdo con la mentalidad con la que encares la vida serán los resultados que obtienes.
Quienes lo hacen desde la sequía de la escasez son aquellos que creen que si hay alguien que gana hay otro que pierde. Son los que comen la mayor parte del pastel porque sino se quedan con poco. Son lo que creen que el éxito es para pocos y no piden ayuda porque seguro le piden algo a cambio. La mentalidad de escasez se expresa en todos los aspectos de la vida, es la mentalidad del arrogante que cree que todo lo sabe o que es el único que tiene razón. Es el que en los conflictos lo único que le importa es sacar lo que quiere y poco importa la otra parte. Es el que restringe la visibilidad de alternativas por temor a la competencia. Cuando esta mentalidad se impone, no solo se limitan los recursos, sino también la información. Se prioriza lo que refuerza el statu quo y se desestima lo que podría ampliar la perspectiva o desafiar el control establecido. No es viable un líder con mentalidad de escasez, solo es viable para dueños, CEOs, gerentes y/o jefes.
Ahora, quienes lo hacen desde la verduria de la abundancia son aquellos que consideran que en el mundo hay para todos, que podemos ganar juntos. Es lo que hicieron en las olimpiadas de Tokio los atletas Mutaz Essa Barshim de Qatar y Gianmarco Tamberi de Italia luego de una competencia agotadora de dos horas donde ambos quedaron empatados. Ante la propuesta del oficial olímpico de realizar un desempate, preguntaron si podían tener dos oros y eso fue lo que sucedió. Se dieron la mano y gritaron de alegría. La mentalidad de abundancia se expresa en los conflictos cuando se busca el beneficio mutuo, en no temerle a la competencia porque se confía en el propio valor y así generar intercambio de ideas y expandir posibilidades. Es la mentalidad del líder porque entiende que el crecimiento no viene de restringir, sino de ampliar horizontes y sumar nuevas perspectivas.
En definitiva, estas son las dos mentalidades con las que todos encaramos la vida. Te desafío a que observes las mentalidades de las personas con las que mas tiempos pasas. Porque recuerda que somo el promedio de las cinco personas con las que pasamos la mayor parte del tiempo.
Y vos, con qué mentalidad vas por la vida.
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