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Y si todo empieza por una pregunta

Todos hemos construido nuestras creencias, modelos mentales, paradigmas en función de lo que hemos vivido. Desde nuestras familias, colegios donde hemos aprendido nuestras primeras enseñanzas, amigos, universidades donde nos profesionalizamos, empresas donde trabajamos, etc. todo ha influido en la forma en que interpretamos el mundo.


No hay una única realidad, hay una realidad que tiene innumerables interpretaciones dependiendo del ser humano que la observa.


Desde ese lugar funcionamos, desarrollamos nuestro razonamiento y en muchas ocasiones las asumimos como la verdad, la única realidad. El problema es cuando esa única realidad surge desde una opinión subjetiva y no permitimos el disenso de la realidad que nos plantea el otro.

Hoy viví una situación familiar donde se planteó una discusión que disparo creencias entra cada una de las posturas. Esas situaciones donde el ideal de uno se intenta imponer sobre el otro, mi mejor ideal. Es cierto que en estas discusiones familiares podemos decir lo que pensamos sin filtro porque todos sabemos que no esta en juego nuestra imagen, el otro sabe que aunque digamos lo digamos solo refiere al ámbito de la discusión y no cambia lo que pienso del otro o el sentimiento que siento por el otro. Bueno, digamos que en la mayoría de los casos.

Esto me llevo a pensar en porque no podemos generar lo mismo en los equipos de trabajo, porque no podemos decir las cosas sin que eso que decimos cambie lo que pienso del otro o se tome como un desprestigio hacia el otro.

El problema en las empresas es que nadie quiere parecer ignorante, por eso nadie hace preguntas. Nadie quiere parecer incompetente, por eso nadie admite debilidad o errores. Nadie quiera parecer inoportuno, por eso nadie propone ideas. Nadie quiere parecer negativo, por eso no desafía el status quo. Nada de eso ocurre en el ámbito de la familia.

Es que en el ámbito de las familias, existe seguridad psicológica.

La seguridad psicológica es la creencia de que uno no será castigado ni humillado

por expresar ideas, preguntas, inquietudes o errores. Amy Edmondson, profesora de la Harvard Business School

Solo desde la seguridad psicológica podemos decir lo que queramos, dentro de un marco de valores, sin que el resto interprete que lo dicho implica una agresión o un desprestigio hacia el otro. Solo desde este lugar los equipos de trabajo resuelven conflictos, mejoran, se comprometen y logran resultados.

Pero, aún así, puede haber situaciones donde distintas personas se paren desde la verdad que cada uno cree que es e intenten imponerla sobre el resto. Es en esas situaciones donde si uno de ellos no tiene la sabiduría de intentar entender al otro, la discusión puede ser interminable e incluso terminar en un conflicto.


"Nosotros no sabemos cómo son las cosas

Sólo sabemos cuál es nuestra forma de interpretarlas"


Una de las formas de salir de esa situación es a través de una pregunta. En lugar de presentar nuestra idea como una contraposición de la expresada por el otro, intentamos preguntar desde que creencia el otro sostiene lo que dice para entender el sustento de esta.

Cuando preguntamos, elegimos evitar el conflicto de una lucha de ideas e imponer la que consideramos es la mejor para predisponernos a descubrir con el otro cual es la mejor idea y tal vez aprender algo nuevo.

La pregunta te pone en la postura del humilde aprendiz, soltando el sabelotodo que por lo general es el que genera rispideces en todas las ocasiones en las que actúa.

“El hombre sabio no tiene las respuestas correctas

Tiene las preguntas adecuadas”

Claude Levi Strauss

Recuerda que en toda discusión donde te inmiscuyas, es mejor empezar por una pregunta.

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