Había una vez en una aldea tranquila, un hombre llamado Mateo que era conocido por su sabiduría y calma. Un día, un joven llamado Diego, agobiado por las dificultades de la vida, decidió buscar el consejo de Mateo.
Diego encontró a Mateo sentado junto a un arroyo, observando el agua fluir. Después de contarle todos sus problemas, Diego preguntó: "Mateo, ¿cómo logras mantener la calma y ser tan sabio cuando te suceden cosas malas?"
Mateo sonrió y le respondió con una historia:
"Había una vez dos hermanos que vivían en una granja. Un día, una tormenta fuerte arrasó su cosecha, destruyendo todo su sustento. El primer hermano, al ver la devastación, se enfureció y se desesperó. Se lamentó de su mala suerte y maldijo al cielo por su desgracia. Pasó días y noches lamentándose, incapaz de ver más allá de su tristeza.
El segundo hermano, en cambio, aunque también sintió tristeza, decidió que lamentarse no cambiaría nada. Se puso a trabajar de inmediato, recogiendo lo que quedaba de la cosecha y buscando nuevas semillas para plantar. Pidió ayuda a sus vecinos, quienes le ofrecieron apoyo y recursos. Poco a poco, con esfuerzo y determinación, logró recuperar la granja y hacerla prosperar nuevamente.
Un día, los hermanos se reunieron y el primero, aún abatido, preguntó al segundo: '¿Cómo pudiste seguir adelante después de todo lo que perdimos?'
El segundo hermano respondió: 'No puedo controlar lo que la vida nos arroja, pero puedo elegir cómo responder. Decidí ver la tormenta no como el fin, sino como un nuevo comienzo. Es en nuestra respuesta donde encontramos nuestra verdadera fuerza y libertad.'"
Mateo miró a Diego y concluyó: "La vida nos traerá tormentas y días soleados, pero es nuestra respuesta lo que determina nuestro camino. Al elegir nuestra respuesta, encontramos nuestra libertad y podemos transformar cualquier situación en una oportunidad para crecer y aprender."
Diego, reflexionando sobre la historia, agradeció a Mateo y decidió que, a partir de ese día, elegiría sus respuestas con sabiduría y calma, sabiendo que en cada elección residía su verdadera libertad.
Entre lo que nos sucede y nuestra respuesta hay un espacio. En ese espacio radica nuestro poder y nuestra libertad de elegir. En esa elección radica nuestro crecimiento y felicidad. Esto dice Viktor Frankl en su libro “El hombre en busca del sentido”.
¿cómo está usando ese espacio para elegir? ¿Reacciona como el primer hermano o responde como el segundo?
Considero que ante este tipo de situaciones nuestra primera reacción se parece a la del primer hermano. Podemos enojarnos, devastarnos, entristecernos, es lógico que tengamos esas emociones. Ahora, ¿qué pasa si nos quedamos en ese estado?
Puedo asegurarle que si se queda en ese estado tendrá una vida miserable. Una vida donde las quejas estarán a flor de piel, echará culpas de lo que le sucede a otras personas, a las circunstancias y se victimizará el resto de su vida. Vivirá estresado la mayor parte de su tiempo, lo que deriva en algún problema de salud. Son las respuestas que las personas dan a la pregunta porqué me pasa esto a mí y ahí se quedan respondiendo.
No es lo que las personas o circunstancias hacen lo que nos lastima, es la respuesta que elegimos a lo que hacen lo que nos lastima.
Gandhi decía, nadie puede quitarnos nuestro auto respeto si no se lo entregamos.
Todos tenemos la libertad de elegir la respuesta que damos a otras personas o a lo que nos presenta la vida, no podemos cambiar lo que nos sucede solo podemos elegir la respuesta que damos a lo que nos sucede. Y en esa respuesta radica nuestro destino. Es que la vida pasa para nosotros, no por nosotros. SI me quedo en la pregunta de porqué me pasa eso, me quedó paralizado sin posibilidad de aprender y accionar.
Por eso luego de las lógicas emociones que podemos sentir frente a un suceso, debemos preguntarnos:
¿para qué me sucedió esto? y
¿qué puedo hacer con esto que pasó?
La primera pregunta nos lleva a reflexionar sobre el aprendizaje a adoptar, la segunda nos enfoca en la acción, nos empodera.
Como dijo Fulton S. Sheen:
“todos creamos nuestro propio clima, determinamos el color del cielo en el universo emocional en el que habitamos”
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