Cuando decides con claridad, te estás liderando
- Gustavo Picolla

- 26 jul
- 3 Min. de lectura

En la vorágine diaria, muchas personas viven atrapadas en la urgencia. Hacen, hacen, hacen… pero rara vez se detienen a pensar si lo que hacen tiene sentido. Y eso agota. Porque la acción sin dirección no solo desgasta: también desconecta.
No se trata de tener una agenda llena, sino de tener una vida con dirección.
Antes de sumarse a una reunión, comprometerse con un proyecto o definir un nuevo hábito, hay tres preguntas que pueden cambiarlo todo. No son complejas. Pero requieren presencia. Y, sobre todo, honestidad:
1. ¿Qué quiero realmente?
Esta pregunta tiene trampa. Porque lo primero que suele aparecer no siempre es lo verdadero. A veces respondemos desde la costumbre, desde el deber o desde el miedo a no ser aceptados. Por eso la clave está en el realmente.
¿Qué quiero yo, más allá de lo que esperan los demás?
¿Qué deseo profundamente, aunque todavía no sepa cómo lograrlo?
Responder con claridad implica correr el velo de lo automático. No es una respuesta superficial, es una exploración.
Y cuanto más claro seas con tu respuesta, más poder tendrá. El cerebro necesita un objetivo preciso para poder activarse a favor. No se moviliza con lo difuso. Si quieres avanzar, definí bien tu norte. No se trata de tener todo resuelto, sino de saber con nitidez cuál es el destino al que quieres llegar.
Un objetivo claro enfoca la mente. Y una mente enfocada tiene más poder que mil acciones dispersas.
2. ¿Por qué lo quiero?
El propósito es lo que sostiene cuando aparece el cansancio, la frustración o la demora. Es el combustible emocional que transforma una meta en una causa personal.
Muchas personas saben lo que quieren, pero no se mueven. Y no se mueven porque no conectaron con el “por qué”. Porque no lo sienten vital. Porque, en el fondo, no lo necesitan con todo su ser.
Preguntarte “¿por qué lo quiero?” te invita a examinar si ese objetivo está alineado con lo que valoras de verdad.
¿Lo quiero para validar mi ego, o porque está en sintonía con mi propósito?¿Es un deseo genuino, o una forma de escapar de algo que no quiero mirar?
Un “por qué” poderoso no solo motiva: ordena. Le da sentido al sacrificio. Le pone alma a la disciplina. Y permite distinguir entre lo importante y lo urgente.
Cuando sabes por qué haces lo que haces, tu energía se multiplica. Tu resiliencia crece. Y el camino se transforma, incluso en los momentos más duros.
3. ¿Cuál es mi plan?
Tener claridad y motivación es imprescindible, pero no suficiente. La acción también cuenta. Y no cualquier acción: la adecuada.
Un plan no es una lista infinita de pendientes. Es una ruta con dirección. Es priorizar. Es distinguir lo esencial de lo accesorio. Es decidir por dónde empezar.
A veces, la necesidad de tener todo resuelto antes de empezar paraliza. Pero no se necesita el plan completo. Se necesita el primer paso claro. Y darlo.
El plan no es rígido. Se adapta, cambia, mejora con el tiempo. Pero es indispensable para no perderse. Porque un deseo sin plan se convierte en una ilusión que se diluye con los días.
No te abrumes pensando en cómo llegarás al final. Enfócate en cuál es el mejor paso que podes dar ahora, con lo que tienes, desde donde estás.
Muchas veces buscamos el “cómo” demasiado pronto. Y al no tenerlo claro, abandonamos el deseo. Nos llenamos de dudas, nos paralizamos. Pero la incertidumbre no se vence buscando garantías: se vence con claridad de dirección.
No es casualidad que las personas que logran resultados extraordinarios no sean necesariamente las más brillantes, sino las más enfocadas. Las que saben con precisión qué quieren, por qué lo quieren y no se detienen hasta lograrlo.
No es productividad lo que falta en el mundo. Es propósito.
Por eso, antes de llenar tu día de tareas, respira. Hace la pausa. Y pregúntate:
¿Qué quiero?
¿Por qué lo quiero?
¿Cuál es el mejor paso que puedo dar ahora?
Tu tiempo es finito. Tu energía también. Tu vida, no lo olvides, es el resultado de las decisiones que tomas cada día.
Y decidir con claridad, es liderarse a uno mismo.




Comentarios