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Cuando el trabajo se vuelve vida

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Hay una energía especial que aparece cuando hablamos de lo que nos apasiona. La voz cambia, los ojos brillan, el cuerpo se activa. Es como si por un instante algo en nosotros despertara y recordara quién es.

Sin embargo, la mayoría de las personas vive desconectada de esa energía. Se levanta, cumple con sus obligaciones y vuelve a casa cansada, pero vacía. No por falta de esfuerzo, sino por falta de pasión.

Durante años nos hicieron creer que el trabajo era una carga necesaria para sobrevivir, que la pasión era un lujo reservado a los que ya “tienen todo resuelto”. Pero la pasión no es un lujo: es una necesidad del alma. Es el fuego que nos mantiene vivos.

Cuando esa llama se apaga, empezamos a funcionar en automático. Cumplimos, producimos, pero dejamos de sentirnos vivos.

Y lo más curioso es que muchos ni siquiera saben qué los apasiona. No porque no lo tengan, sino porque nunca se detuvieron a buscarlo. Crecimos entrenados para adaptarnos, no para explorarnos. A elegir carreras por conveniencia, no por entusiasmo. A encajar, no a descubrir.

Por eso, cuando alguien pregunta: “¿Qué te apasiona?”, la mayoría se queda en silencio.

Pero la pasión no aparece como una revelación mística. Se construye.Se descubre mirando hacia adentro, conectando los puntos de nuestra historia, reconociendo los momentos en los que nos sentimos más vivos.

Una buena forma de empezar es hacerse dos preguntas simples:


  • Si tuvieras todo el tiempo y el dinero del mundo, ¿qué harías con tus días?

  • ¿Qué actividades te dan una profunda sensación de alegría y plenitud?


Responderlas puede llevar tiempo, pero las respuestas están ahí, esperándonos.Porque la pasión no siempre se esconde en lo que soñamos, sino en lo que ya hacemos con amor y naturalidad.

La pasión se nutre de nuestros talentos, de eso que fluye sin esfuerzo, de lo que otros valoran en nosotros aunque no lo veamos. Es esa capacidad que, cuando la usamos, nos hace perder la noción del tiempo. Y que, si la cultivamos, puede transformarse en una fuente de valor para el mundo.

He visto personas redescubrir su energía vital al reconectarse con sus talentos dormidos.Una joven que transformó su dolor en un proyecto para acompañar a otros. Un muchacho que convirtió su habilidad para crear en una empresa artesanal. Ellos no tenían ventajas especiales; solo se animaron a mirar adentro y confiar en lo que los encendía.

Esa es la clave: mirar hacia adentro y encender lo propio. Porque cuando descubrís lo que te apasiona, el trabajo deja de ser una carga y se convierte en expresión.

Pero cuidado: la pasión no es solo sentir entusiasmo. Es también compromiso.Requiere disciplina, aprendizaje y coraje para sostener lo que amamos incluso cuando no es fácil.La pasión sin acción se disuelve. La acción sin pasión se enfría.Necesitamos ambas para vivir con plenitud.

Y aunque no toda pasión se convierta en carrera, toda pasión tiene el poder de transformar nuestra manera de vivir. Porque cuando algo nos apasiona, cambia la forma en que nos vinculamos con todo: con el trabajo, con las personas, con la vida misma.

Descubrir lo que nos apasiona es, en el fondo, un acto de autoconocimiento. Nos invita a recordar quiénes somos antes de que el deber nos hiciera olvidar. Nos enseña a valorar lo que llevamos dentro más que lo que el mundo espera afuera.

Por eso, más que buscar un empleo perfecto, quizá deberíamos buscar ese fuego interno que nos impulsa. Porque cuando lo encontramos, no importa tanto lo que hagamos: todo cobra sentido.

El trabajo se vuelve vida.Y vivir, entonces, deja de ser una rutina para convertirse en una experiencia de expresión.

Tal vez no todos tengamos el privilegio de dedicarnos completamente a lo que amamos, pero todos tenemos la posibilidad de llevar nuestra pasión a lo que hacemos. De poner amor, curiosidad y entrega en cada cosa.De hacer del día una oportunidad para manifestar lo mejor de nosotros.

Porque la pasión no solo transforma lo que hacemos: nos transforma a nosotros. Nos recuerda que estamos vivos. Y que cuando trabajamos desde ese lugar, no solo producimos resultados: dejamos huellas.

 

 
 
 
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