Pausa: Tu Nuevo Poder.
- Gustavo Picolla

- 12 jul
- 3 Min. de lectura

Vivimos en un tiempo que celebra el movimiento constante, la acción, el hacer, el lograr. Parece que si no estamos corriendo, algo está mal. Pero hoy quiero invitarte a considerar otra posibilidad: la pausa como un acto poderoso. Como una forma profunda de presencia. Como un gesto silencioso de liderazgo.
La pausa no es resignación ni inercia. No es quedarse quieto por falta de rumbo. Es elegir frenar para mirar, respirar, escuchar de verdad.
Muchos líderes se sienten obligados a tener todas las respuestas, a reaccionar rápido, a estar disponibles todo el tiempo. Pero los que más respeto generan no son los que hablan sin parar, son los que hacen silencio antes de opinar. Los que no corren detrás de cada urgencia, los que saben esperar. Porque entienden que, muchas veces, actuar sin pausa es actuar sin pensar.
En un mundo que grita, quien elige el silencio tiene una ventaja: puede escuchar. Y no solo al otro, sino también a sí mismo. Puede percibir el ambiente, registrar lo que se está diciendo más allá de las palabras, notar lo que no se ve cuando uno está acelerado. La pausa nos permite recuperar perspectiva, revisar nuestras intenciones, y decidir desde un lugar más claro y profundo.
He visto reuniones donde alguien interrumpe a todos con respuestas rápidas, ideas brillantes, decisiones inmediatas. Y también he visto cómo, al final, el que más impacta es quien se toma unos segundos antes de hablar. El que escucha completo, el que deja espacio, el que pregunta antes de opinar. Ese es el verdadero liderazgo. No el que apura, sino el que presencia.
El silencio incómoda. Nos enfrenta con lo que evitamos. Pero también nos regala una conexión más profunda con nosotros mismos. Nos permite revisar si lo que hacemos está alineado con lo que sentimos. Y eso, aunque parezca invisible, se traduce en decisiones más sabias, en conversaciones más genuinas, en vínculos más humanos.
No se trata de desaparecer. Se trata de elegir con conciencia cuándo avanzar y cuándo quedarse quieto. No todo lo que se mueve crece. Y no todo lo que está quieto se estanca.
La pausa también es un acto de humildad. Nos recuerda que no tenemos todas las respuestas. Que a veces no saber está bien. Que no todo se resuelve al instante. Que muchas veces, las mejores decisiones llegan cuando dejamos que la marea baje.
No todo el mundo entiende esto. A veces, pausar genera incomodidad en otros. “¿Por qué no responde?”, “¿por qué tarda?”, “¿qué le pasa?”. Nos enseñaron que el silencio es incómodo, y que hay que llenarlo. Pero tal vez esa incomodidad sea la puerta a algo nuevo. A una conversación más honesta. A una decisión más alineada. A una relación más humana.
Si estás liderando un equipo, o incluso una familia, y sentís que todo va demasiado rápido, que no llegas, que las decisiones se acumulan, te invito a hacer una pausa. Pero no cualquier pausa. Una que te conecte. Que te permita preguntarte: ¿esto que estoy por hacer, desde dónde lo estoy haciendo? ¿Estoy reaccionando o eligiendo?
Personalmente, las pausas más difíciles que tomé fueron las que más me enseñaron. Me mostraron cosas que no podía ver mientras estaba ocupado. Me recordaron que no soy más valioso por estar siempre haciendo. Y que hay algo profundamente valiente en decidir parar. En el silencio es donde aparecieron mis mejores ideas y reflexiones profundas. Como decía Marco Aurelio: “la tranquilidad proviene de la ordenación de la mente y esta ordenación solo puede lograrse cuando decidimos silenciar las distracciones y mirar al interior donde reside nuestra verdadera fortaleza”.
Según los Estoicos, hay cuatro momentos en los que deberíamos guardar silencio:
Cuando alguien te provoca. Como dijo Marco Aurelio: la mejor venganza no es ser como tú enemigo. Ignorar es una muestra de control.
Cuando estás frente a la ignorancia. Confucio dijo: “no hables con un necio, te odiará por corregirlo. Guarda silencio y sigue adelante”
Cuando las emociones nublan tu juicio. Séneca aconsejaba, “nada es tan dañino como una decisión apresurada. Piensa antes de actuar”
Cuando el momento exige escucha. Epicteto nos recuerda: “tenemos dos oídos y una boca para escuchar el doble y hablar la mitad”
Hoy quiero invitarte a incorporar la pausa como práctica. No hace falta que sea larga. Basta con unos segundos antes de contestar, un momento antes de decidir, una respiración profunda antes de actuar. Ahí, en ese instante, puede nacer algo distinto. Algo más claro, más auténtico, más tuyo. Ahí, en ese instante, es donde reside nuestra única libertad, la libertad de elegir nuestras respuestas a las situaciones que se nos presentan.
Pausar no es perder tiempo. Es recuperar sentido.




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