Ver al otro como un espejo
- Gustavo Picolla

- hace 5 días
- 3 Min. de lectura

A veces creemos que las personas que se cruzan en nuestra vida están ahí por casualidad. Pero con el tiempo descubrimos que nadie aparece por azar. Cada encuentro, cada vínculo, cada desencuentro, nos muestra algo de nosotros mismos que no lograríamos ver solos. En los demás encontramos reflejos: partes que amamos, partes que negamos, partes que aún no aprendimos a integrar. El otro, sin saberlo, se convierte en un espejo.
Ver al otro como un espejo no significa asumir que todo lo que hace el otro tiene que ver con nosotros, sino reconocer que lo que nos genera tiene algo que enseñarnos. Cuando alguien nos irrita, nos duele o nos conmueve profundamente, conviene preguntarse: ¿qué me está mostrando de mí esto que me molesta o me emociona tanto? A veces la respuesta no es cómoda. Nos enfrenta con miedos, con juicios o con deseos que preferiríamos no reconocer. Pero si tenemos el coraje de mirar, ese reflejo puede convertirse en una oportunidad de crecimiento.
He acompañado a líderes que se frustran una y otra vez con las mismas actitudes de su equipo. “No son comprometidos”, “no se comunican”, “no piensan”, dicen. Y cuando profundizamos, muchas veces lo que aparece es que ellos mismos están reflejando eso que critican. No se comunican por miedo a ser juzgados, no delegan porque no confían, no piensan con calma porque viven apurados. El espejo no acusa, solo muestra. Y cuando lo comprendemos, deja de ser una molestia para transformarse en un maestro.
Las personas que más nos desafían suelen ser las que más nos ayudan a evolucionar. El que nos impacienta nos enseña paciencia. El que no nos escucha nos recuerda cuánto valor tiene ser escuchados. El que nos juzga nos enfrenta con nuestros propios juicios. Y el que nos inspira nos muestra todo lo que también somos capaces de ser. Cada uno, a su manera, nos invita a mirar una parte distinta de nosotros.
Mirar al otro como un espejo requiere humildad. Porque implica dejar de poner el foco afuera y empezar a observar qué nos pasa adentro. Requiere silencio, honestidad y compasión. No se trata de culparnos, sino de comprendernos. De ver que todos, en algún momento, somos ese espejo para alguien más. Todos mostramos y todos aprendemos.
Cuando un líder logra ver así, cambia su forma de relacionarse. Deja de querer corregir personas y empieza a desarrollar conciencia. Escucha más, reacciona menos, juzga menos y comprende más. Empieza a ver detrás de cada comportamiento una historia, una herida o un miedo. Y desde ese lugar, su influencia crece. Porque cuando alguien se siente visto sin ser juzgado, se abre. Y cuando se abre, puede cambiar.
Ver al otro como un espejo no significa aceptar todo ni renunciar a los límites. Significa entender desde dónde actuamos. Podemos poner un límite desde el enojo o desde el amor; el gesto exterior puede ser el mismo, pero la energía es completamente distinta. Lo que cambia es la conciencia con la que lo hacemos.
Con el tiempo aprendemos que lo que más nos cuesta del otro suele ser una parte de nosotros que necesita atención. Y lo que más admiramos también es un reflejo de lo que llevamos dentro, aunque todavía no lo hayamos desplegado por completo. Por eso, cada relación es una oportunidad de expansión.
No es fácil mirar esos espejos, porque muchas veces nos devuelven imágenes que no queremos ver. Pero cuando logramos hacerlo con amor, sin juicio, algo se acomoda. Empezamos a entender que no estamos aquí para corregir el mundo, sino para comprendernos en él.
Quizás esa sea una de las formas más profundas de crecer: dejar de preguntarnos por qué el otro es como es y empezar a preguntarnos qué está queriendo mostrarnos. Porque cuando cambiamos la mirada, cambia el vínculo. Y cuando cambia el vínculo, cambia la realidad.
Al final, todos somos espejos caminando. Nos mostramos, nos reflejamos, nos enseñamos. Y cuando logramos ver eso, cada encuentro —incluso los difíciles— se convierte en una oportunidad para amar un poco más, comprender un poco más y ser un poco mejores.




Comentarios